Comer en la guardería supone otro de los retos que el bebé tiene que superar. En este nuevo entorno, el niño hará amigos y aprenderá a comer sin sus papás.
La asistencia a la guardería siempre requiere una adaptación para el niño y para la familia. Es normal que el pequeño que está acostumbrado a estar con su mamá o su papá, y a comer en casa con sus papás o con sus abuelos se sienta extraño cuando se tiene que quedar en un espacio desconocido, con personas distintas a las habituales, donde pasa a ser uno más, integrado en un grupo de niños de su edad. El hecho de comer en la guardería, como el resto de hábitos que el niño debe adquirir en este nuevo ámbito, se puede convertir en un obstáculo al principio, pero también representa una gran oportunidad de aprendizaje, una escuela de sociabilidad y convivencia que le ayudará en su desarrollo y en su capacidad para afrontar situaciones nuevas.
En casa, la comida y la cena son una lucha: tu hijo hace las mil y una, y se muestra desganado e inapetente. Tú te preocupas, porque tienes miedo de que en la guardería haga lo mismo.
Sin embargo, te puedes llevar una sorpresa: puede que en el jardín de infancia el pequeño coma con apetito y no se deje nada en el plato. Incluso, puede darse el caso de que quiera repetir o coma alimentos que hasta el momento había rechazado y se había negado a probar.
La explicación es psicológica: para el pequeño, resulta más divertido comer con los amigos que hacerlo en casa con mamá y papá, que, a menudo, hablan entre ellos o se muestran preocupados por la cantidad de comida que el niño toma.
Sin embargo, te puedes llevar una sorpresa: puede que en el jardín de infancia el pequeño coma con apetito y no se deje nada en el plato. Incluso, puede darse el caso de que quiera repetir o coma alimentos que hasta el momento había rechazado y se había negado a probar.
La explicación es psicológica: para el pequeño, resulta más divertido comer con los amigos que hacerlo en casa con mamá y papá, que, a menudo, hablan entre ellos o se muestran preocupados por la cantidad de comida que el niño toma.
Además, en la guardería, se activa el mecanismo de la “emulación”: el niño ve que sus compañeros comen y se siente animado a hacer lo mismo. De esta manera, comer en la guardería puede ser beneficioso, y casi siempre lo es, tanto para tu hijo como para toda la familia.
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